Por
Eugenia Garay Basualdo

Florencia Levy Experiencias de un futuro cercano

Con esta nota estrenamos una nueva columna de Arte y tecnología a cargo de de Eugenia Garay Basualdo, doctoranda en Artes y Magíster en Crítica y Difusión de las Artes (UNA), Licenciada en Curaduría e Historia del Arte (UMSA), Directora de Cine (CIC). Curadora, diseñadora de exposiciones y montajista independiente. Crítica de arte e investigadora especializada en curaduría, diseño expositivo e historia de las exposiciones. Docente en grado y posgrado de Eseade. Miembro de la Asociación Argentina de Críticos de Arte.

 

ArtHaus inauguró Última arquitectura de Florencia Levy (Argentina, 1979) compuesta por nueve obras realizadas entre 2017 y 2023 (filmaciones propias, imágenes de archivo, esculturas, GGI, piezas de cerámica y una composición coral). Levy investiga temas de preocupación mundial un tanto inadvertidos en la escena artística local, como la manipulación geopolítica y las consecuencias del extractivismo, entre otros. Como artista multidisciplinar consciente del tiempo en que vive, responde estilísticamente (Steimberg, 2013) de manera contundente a las conflictividades globales y advierte cómo el contexto afecta sus condiciones de producción tanto en lo conceptual como en lo técnico. Acepta el reto del impacto de la aceleración tecnológica en el arte y despliega su corpus con una versatilidad refinada. En este sentido, notamos que la institución y la artista toman una única posición: responder a las demandas del arte internacional.
Dado que esta columna focaliza en arte y tecnología, nos detenemos en tres obras tecnológicas para observar cómo Levy ha ido amplificando, en poco tiempo, sus planteos disciplinares que, además, se encuentran metódicamente planeados en línea con lo que se exhibe en el mundo.

El origen de sus últimas indagaciones señala, nuevamente, a Tierra de ciervos (2017-2022), la única fotografía rescatada de la peligrosa incursión de Levy en Mongolia Interior. Cuenta con un enigmático código QR “implantado” en su marco que redirige al video que registró la censura por filmar una zona contaminada, y altamente vigilada, conocida como tierras raras (región rica en un grupo de elementos químicos minerales fundamentales para fabricar componentes electrónicos). A través de la activación, persuade al visitante a visualizar el violento hecho.

El nuevo diseño expositivo de la video instalación Lugar Fósil (2019-2023) evidencia que la artista se reafirma, literalmente, en un relato audiovisual sobre su percepción del modo de vida de algunas ciudades de China que, por su nueva escala monumental, subyuga. Más allá de la notable edición sincronizada, adaptó la pieza a tres pantallas que suman 12 m de ancho x de 2,10 m de altura y conforman una secuencia muy lograda.
La relevancia de la re–exposición (Tejeda Martín, 2006) que la propia artista opera en dos obras ineludibles de su producción, no solo las pone en vigencia sino que, sin modificar sus sentidos, las habilita a cobrar otros nuevos.

Cientos de millones de años para estas formas (2023), una video instalación inédita, presenta un coro de doce voces humanas –grabadas- que visualmente surgen de doce intérpretes digitales creados mediante una ardua animación. Los personajes, constituidos por patrones etarios y rasgos étnicos diversos, asumen gesticulaciones humanas tomadas por motion capture y entonan un coral en un idioma inexistente. Como los resultados de un mundo globalizado inmanejable, o un in mundo, como lo denomina Michel Nieva, la conjunción de efectos visuales y sonoros no deja de conferirle un intenso siniestrismo a la pieza. Este políptico de 12 pantallas verticales y 12 parlantes, más una decimotercera horizontal a baja altura para los subtítulos, y las obras mencionadas, revisten todo un desafío tecnológico que ansiaba verse.
En 2023, un espacio privado nuevo arriesga por un arte argentino con una decisiva impronta internacional y realiza una producción con una gran inversión en equipamiento electrónico, lo que no es un dato que deba pasar desapercibido. Tampoco que Levy haya convocado al artista Alfio Demestre para efectuar “un montaje invisible” acorde a la mostración de tecnología, y al filósofo Michel Nieva para escribir razonamientos que incitan, sutilmente, al pensamiento crítico.

Toda la exposición es exigente para el espectador porque propone experiencias no sólo estético-contemplativas, sino sensoriales e intelectuales poco habituales, pero muy esperadas en un ámbito artístico que debería apuntar sus producciones, definitivamente, en esta dirección. Un gran acierto de Levy

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